15 de marzo de 2007

Sala del Consejo

Ayer estuve en un juicio laboral, en un juicio social-ista.

Hay que aclarar que el juicio laboral en Francia, es el más democrático de los juicios. Cuatro jueces: dos son representantes de los empleadores y dos de los empleados. Ninguno es magistrado de oficio, ni nada que se le parezca. Es mejor que la justicia la hagan los mismos ciudadanos… entre eso y la justicia popular china…

Cuatro consejeros sentados. Todos ellos impresentables. Mal vestidos, mal afeitados, mal arreglados. Alguno podrá decir que no importa, pero sí que importa. El hombre es cuerpo y alma y uno es el reflejo de otro.

Pero volvamos a nuestros bueyes. Es decir a nuestros consejeros. Se escudan tras las enormes medallas de oro y plata, que les cuelgan del cuello, pero no logran disimular la fastidia en sus rostros. Aun no empezó la audiencia, pero ya están pensando en el final.

Ni una cruz en las paredes. La justicia se da en el nombre del hombre y ya no en el del Padre. De tal forma, que la justicia está vaciada de toda autoridad. Al menos divina. Y esa es la que importa. Porque al final de cuentas, en el juicio final, se harán las ultimas cuentas. Decía magistralmente Robert Brasillach en su poema El juicio de los jueces:

Ceux qu'on enferme dans le froid, sous les serrures solennelles,
Ceux qu'on a de bure vêtus, ceux qui s'accrochent aux barreaux,
Ceux qu'on jette la chaîne aux pieds dans les cachots sans soupiraux,
Ceux qui partent les mains liées, refusés à l'aube nouvelle,
Ceux qui tombent dans le matin, tout disloqués à leur poteau,
Ceux qui lancent un dernier cri au moment de quitter leur peau,
Ils seront quelque jour pourtant la Cour de Justice éternelle.

Car avant même de juger le criminel et l’innocent,
Ce sont les juges tout d'abord qu'il faudra bien que l’on rassemble.
Qui sortiront de leurs tombeaux, du fond des siècles, tous ensemble,
Sous leurs galons de militaire ou leur robe couleur de sang,
Les colonels de nos falots, les procureurs dont le dos tremble.
Les évêques qui, face au ciel, ont jugé ce que bon leur semble,
Ils seront à leur tour aussi à la barre du jugement.


(...)

La sala del juicio es tan impersonal como las paredes blancas o la cara de los jueces. Un gran rectángulo. En el fondo, sobre una tarima, los repartidores de sentencias y amontonados sobre incómodos banquitos, el pueblo sediento de justicia social.

Los hechos del caso de ayer no eran interesantes. Como los de la mayoría de esos casos.

Fulano se fue de la empresa y esta en desacuerdo con su indemnización, Mengano quiere un aumento y Sultano, el representante gremial, está siempre de acuerdo con ambos. Pese a todas las estupideces que digan. Habla fuerte, como si la costumbre de gritar en un micrófono fuese imposible de perder y reclama. Reclama dinero. Opresión, minorías, discriminación, son sus palabras preferidas. Al menos esas son las que más se oyen en su discurso. Habla de grandes principios vulnerados por capitalistas sedientos de dinero y reclama… dinero.

Alegatos. Cuarto intermedio.

Eso fue todo. Dinero. Unos no querían darlo, otros querían tenerlo en sus bolsillos. Frases grandilocuentes, cientos de principios, pero lo único importante es la guita.

(...)

Ils passeront, ils répondront, aux tribunaux des derniers jours,
Ceux-là qui avaient tant souci de garder leur hermine blanche,
Et les cellules s'ouvriront, sans besoin de verrou ni clenche.
À la cour du Suprême Appel, ce n'est pas les mêmes toujours,
O frères des taules glacées, qui seront du côté du manche.
Les pantins désarticulés attachés au poteau qui penche
Se dresseront pour vous entendre, ô juges qui demeuriez sourds.

Et ceux qui ont passé leurs nuits à remâcher leurs mauvais rêves,
Les pâles joueurs de couteau, les héros morts pour leur combat,
Les filles qui sur le trottoir glissent la drogue dans leur bas,
Ceux-là qui pendant des années ont perdu leur sang et leur sève
Par le juge et par le mouchard, et par Caïphe et par Judas,
Ils verront le grand Condamné, roi des condamnés d'ici-bas,
Ouvrir pour juges et jurés le temps de la grande relève.


(Le jugement des juges, R. Brasillach)

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