25 de abril de 2007

Fiesta democrática

Tuvimos una fiesta el domingo. Eso dicen. Una gran fiesta de la familla cívico-democrática.

Elecciones. Con despliegue de lujo y banderas. La fiesta fue todo un éxito… para los organizadores, claro está.

Imágenes televisivas de euforia, primeros planos de un pueblo en júbilo, todo eso acompañado por el martilleo incesante de grandilocuentes frases sabiondas de un comentarista democrático-sentimental.

Un disparate.

Decía, genialmente V. Volkoff, que la democracia tiene de la religión lo esencial: la pretensión de monopolizar la verdad.

Pero también, (…) la democracia moderna tiene otras notas indispensables de cualquier religión.

Un paraíso: los países democráticamente liberales con, preferentemente, una legislación anglosajona.

Un purgatorio: las dictaduras de izquierda.

Un infierno: las dictaduras sedicentemente de derechas.

Un clero regular: los intelectuales encargados de adaptar las tesis marxistas a las sociedades liberales.

Un clero secular. los periodistas encargados de distribuir esta doctrina.

Oficios religiosos: los grandes programas de televisión.

Un index tácito que prohíbe tomar conocimiento de cualquier obra cuya inspiración fuera reprensible. Este índice resulta admirablemente eficaz bajo la forma de conspiración del silencio mediático, aunque a veces se lo utiliza de un modo más draconiano: si bien todavía no van a parar a la hoguera, algunos libros juzgados deficientes desde el punto de vista democrático son retirados de las bibliotecas escolares como sucedió en Saint-Ouen L’Aumone.

Una inquisición. Nadie tiene el derecho de expresarse si no está en la línea recta de la religión democrática y, si con todo llega a hacerlo, pagará las consecuencias. A este respecto resulta ejemplar el linchamiento mediático al que se lo sometió en Francia a Régis Debray (al cual nadie sospecharía de no ser democrático) porque puso en duda la legitimidad de los crímenes de guerra cometidos por la NATO en 1999 en territorio de Yugoslavia.

Congregación de propaganda de la fe: las oficinas de desinformación, autodenominada de “comunicación” o de “relaciones públicas”.

Misas dominicales: y obispos que utilizan escudos protectores tomados en préstamo a las diversas ONG o a la ONU.

Indulgencias varias generalmente otorgadas a viejos comunistas.

Una legislación penal y tribunales encargados de castigar a quienquiera se atreva a poner en duda la versión oficial de la historia.

E incluso tropas encargadas de evangelizar a los no-demócratas “a sangre y fuego”. Lo hemos visto claramente cuando diecinueve naciones democráticas bombardearon a un país soberano con el que no estaban en guerra (…)

Domingo pasado, estuvimos en el paraíso. En el paraíso democrático se entiende, porque del verdadero… ni huellas.

Así estamos y así están las cosas.

La Nación entera estaba invitada a la fiesta.

Por mi parte siempre desconfié de ese tipo de tertulias que no se asemejan en nada a la idea que tengo de festejo.

Me cuesta entender que cuando el señor Pérez o, en el caso francés, Dupond, deposita su voluntad general en la urna soberana, esté festejando con la nación entera la vida democrática del pueblo. Será porque soy duro de entendimiento, de endeveras, pero la urna democrática me hace más bien pensar en una urna funeraria que en una gran fiesta cívico-democrática-ecológica-universal.

Será porque tengo una severa tendencia hacia la depresión, que mi estado de ánimo no vibra de gozo al son de los tambores populares, ni de los gritos de júbilo de la plebe desatada. Y la alegría democrática del pueblo me asusta. Pues lo hemos visto muchas veces, pasar del jolgorio a la revolución. Con una facilidad insospechada, los tambores democráticos se transforman en tambores de guerra y los gritos de júbilo, dejan paso a los de ira. Y empiezan a rodar cabezas.

La pucha que seré desconfiado, pero me cuesta creer en la “espontaneidad” de la voluntad general, cuando no hay ningún general que la dirige.

Y seré un agua-fiestas terrible. Pero no me divierto en las reuniones donde no se puede fumar, no se puede beber y no se puede discutir acerca de la Verdad. Y en las cuales, si uno infringe el reglamento, se encuentra rápidamente afuera de la fiesta y, la mayoría de las veces, también afuera de la demos.

Me repugnan las fiestas en la cual están invitados todos los putos y las trolas que pululan en los pasillos de la casa “big-brother” democrática exhibiendo su homosexualidad liberada y en la cual los más pequeños e inocentes no tienen derecho de entrada.

Dije solo los inocentes? Perdonen, es que con tanto tam tam democrático ando medio despistado, no sólo los inocentes, Él tampoco estaba invitado a la fiesta.

Y la fiesta de la muchedumbre liberal y liberada por el Espíritu de las Luces, que planeaba entre las sombras oscuras de la noche, siguió a ritmo desenfrenado hasta que llegó el nuevo día. Y con él, llegó la luz. Y los que estaban embriagados de frases grandilocuentes, de vanidad y de amor propio, no soportaron la luz. Y se fueron adonde las tinieblas a descansar. Creemos que no en paz.

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