12 de abril de 2007

Ecología

Ecología. Ecologistas.

Logias ecológicas y sin lógica alguna. Ecolos, casi locos.

Se desviven, se desesperan. Cada vez más y con más fuerza.

Sus propagandas, día a día son más agresivas y ellos también.

Se llaman defensores de la naturaleza y, la más de las veces, desconocen la ley natural.

Respetan la tierra. La veneran, con misticismo pagano y no entienden el significado de la palabra Patria.

Viven de ideologías. Tierra ya no es el lugar donde viven, el terruño y la herencia de sus padres. Tierra es todo el universo. Desde los blancos hielos del Alaska y los tórridos desiertos australianos, hasta los senderos perdidos del Himalaya. Y pareciera que cuanto más lejos de ellos esté la tierra, más hay que defenderla. De lo particular a lo Universal.

Me interesa hablar de ellos, porque cada vez más estos movimientos tienden a convertirse en autoridades de la nueva religiosidad, con sus dogmas y sus pecados. Y cada vez más nos dicen que debemos hacer y no hacer y que debemos pensar y no pensar.

Los eco-locos defienden religiosamente la flora y la fauna, si necesario de manera violenta. Pero olvidan que la Creación está ordenada al hombre y, en último fin, a Dios. Y si a veces se acuerdan del hombre, siempre se olvidan de Dios. No hay lugar para El en el altar de la diosa Kali-Naturaleza.

Viernes pasado. Viernes Santo.

Estaba en el auto. Cuando estoy solo en auto, tengo la costumbre de escuchar la radio. A veces, entre tanta charlatanería y publicidad, uno logra escuchar alguna buena canción.

Una voz decía:

-Si la humanidad no cambia de rumbo, las consecuencias serán catastróficas. Nos encaminamos hacia el Apokalipsis.

Vaya, pensé. Debe ser un cura que hace una meditación sobre el viernes Santo y recuerda los secretos de Fátima. Y la Virgen María que pedía más oraciones.

Pues no. Era un experto de clima especializado en calentamiento y recalentamiento global. Un nuevo profeta, que diagnosticaba consecuencias espantosas para la humanidad entera si no se cambiaba el curso actual de las cosas. Hambre y muertes. Cólera y peste. Todo ello debido al calentamiento global.

Terminó su homilía, pues era realmente una homilía, diciendo que la única manera de evitar todo esto era… renovando nuestra conciencia ecológica, volviendo a las fuentes y, accesoriamente, gastando menos electricidad, menos combustible, comprando alimentos naturales y no sé cuantas otras pavadas más.

Apagué la radio. Era viernes Santo.

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