6 de febrero de 2007

Impresiones en el tren

Los campos nevados desfilan a una velocidad increible.

El primer mundo tiene estas cosas buenas. Buenas? Que se yo que tan buenas, pero al menos muy divertidas: estoy lanzado en un bolido que va a mas de 300 km por hora y flota por encima de los rieles. Divertido? Pensandolo mejor, tampoco creo que sea divertido, es casi hasta escalofriante. Y pensandolo aun mejor, quien me manda subir a estas demoniacas invenciones modernas, dirigidas por un hombrecito de saco azul y casco oscuro sobre el cual brillan en dorado las letras S.N.C.F. y que siquiera conozco?

Imagino entonces que esto nos ocurre a menudo. Pensamos que las cosas, o que la mayoria de las cosas son normales y divertidas, solo porque nos fijamos superficialemnte en ellas. Lo normal seria caminar por esos campos nevados y parar en un bar para calentarse las manos heladas frente a un gran fuego de chimenea con un buen vaso de cognac en la mano.

Nada de la poesia que hay en esto ultimo encontramos en este tren. La gente llega a la estacion transpirando por la larga corrida, se sube al tren de mal humor, lo primero que hace es pelearse con sus vecinos porque asegura que "ese" es su asiento, pese a que la mayoria de los "otros asientos" esten desocupados (los otros no importan, importa solo "ese") y pasa velozmente las dos horas, que la llevan hasta el destino final, leyendo revistas inutiles o intentando dormir en inapropiados asientos.

Pero me fui por las nubes y estoy llegando a destino...
TGV, 30 de enero 2007

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