5 de julio de 2007

O tempora, o mores

Primer caso:

“Si usted deja abierta su mochila en un café y alguien le roba su celular; el ladrón no puede ser exonerado de responsabilidad, bajo el argumento de que usted ha obrado con ligereza…”

Siguiendo este razonamiento un francés atacó a la madre de su hija ante los tribunales.

Ya que, según él, las mujeres tienen el exorbitante poder de decidir en que momento y con quien tener hijos.

La ligereza, en el caso de marras, es que habían tenido relaciones sexuales sin utilizar profilácticos.

La culpa de la madre, haberse olvidado de tomar “su” pastilla y no haber abortado una hija que el padre no deseaba.

Y el día que perdió el juicio de filiación y tuvo que empezar a pagar los alimentos, inició una demanda contra la madre de su hija, alegando que había sido engañado y estafado.

El 21 de marzo de 2006, la Corte de Apelación de Orleáns sentenció que:

“El simple hecho de convertirse en padre, sin haberlo querido, no puede dar lugar a una indemnización por daños y perjuicios (…) Todo hombre que acepta tener relaciones sin la adecuada protección corre con la posibilidad de procrear”.

La sentencia fue apelada y la Corte de Casación deberá pronunciarse dentro de poco tiempo.


Segundo caso :


La sala civil de la Cámara de Apelaciones de Nîmes decidió, el pasado 21 de marzo, en una causa de divorcio, que :

“(…) Visto las actuales costumbres y los medios anticonceptivos existentes en la sociedad francesa, la concepción de un hijo por una pareja unida en matrimonio, debe ser la expresión de una decisión conjunta y de un proyecto común.

En consecuencia, falta gravemente al deber de lealtad, que se deben entre si los cónyuges, la mujer que decide quedarse embarazada –relegando a su marido al simple rol de genitor- sabiendo que su marido, no quiere tener más hijos (…)”.


Reza el catecismo de la Iglesia Catolica:

“1652 "Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación" (GS 48,1):

Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer" (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gn 1,28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más (GS 50,1).

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